Se interpone un hombre, de Carol Reed (1953)
En los años posteriores a la II Guerra Mundial, el nombre de Carol Reed en el cine británico es uno de los referentes indiscutibles. Su obra cumbre "El Tercer hombre" de 1949 ha disimulado su gran colección de películas. Son muy destacables dentro de su carrera películas como "Tren nocturno a Munich" (1940), en donde retrataba a las aventuras de los espías británicos contra los agentes secretos nazis, o el retrato que hace de la lucha de Miguel Ángel en la capilla sixtina en la excelente "El tormento y el éxtasis" (1962).En esta ocasión no es Viena la ciudad de postguerra que retrata sino un Berlín que comienza a dividirse cada vez más en la Guerra fría entre los aliados occidentales (EE.UU., Francia y Reino Unido) frente a la Unión Soviética. La historia retrata a James Mason en un personaje ambiguo que se dedica al contrabando entre ambos bandos, y la historia de una mujer, Claire Bloom, que llega a Berlín con la necesidad de atravesar la frontera de modo clandestino. La ciudad tiene una estética similar al "Tercer hombre", en donde no se sabe si la ruina de los edificios es mayor o menor, que la moral de los hombres, que vienen de un mundo en donde la ley es la necesidad de sobrevivir, y de un nuevo marco que va a ser la clave para la división de la ciudad durante las siguientes décadas. Película que vive de un mundo cercano a Fritz Lang y de Hitchcock, en sus siempre interesantes películas relacionadas con el espionaje. El resultado es bastante notable, y muestra el talento cinematográfico de Carol Reed, que es al cine británico como el gran Michael Curtiz al cine norteamericano. Sus películas y su legado merecen un visionado mucho más allá de la eterna música de una balalaika, y la sonrisa entre claroscuros de Orson Welles. Eterna imagen del hundimiento moral de los hombres.