La dama del armiño, de Eusebio Fernández Ardavín (1947)
El otro día paseando por el Museo del Prado, de repente uno se encuentra con unos cuadros enormes de la gran pintura histórica española del siglo XIX con autores como Eduardo Rosales, Francisco Pradilla, Antonio Gisbert o Mariano Fortuny. La historia los ha dejado un poco de lado con el triunfo del informalismo. Cuando el paso del tiempo borre muchas de las obras que permanecen en los museos "subvencionados" de arte contemporáneos, ellos permaneceran con su grandeza, desde el silencio, como en la sala de cuadros prohibidos del antiguo Alcázar de Madrid, donde se guardaban los Velázquez y los Tizianos, fuera de los ojos del pueblo. Esta pintura histórica a mi entender es una clara influencia para el cine histórico español de la década de los 40. Son películas que la transición las ocultó en salva guarda de la ideología de "progreso" y de "modernidad" de los 80. Pero son películas muy bien realizadas, con una notable precocupación estética teniendo en cuenta el periodo de postguerra. Ese interés hace llevadero en muchos momentos la ideología implícita de un "cristianismo" redentor de los hombres, la lucha contra los pecadores, los males de judios y moriscos, y los seguramente destrozos en el guión de la censura y de la autocensura. En este caso es una oportunidad de conocer el mundo de la España de Felipe II y de la Toledo de El Greco, a través de la historia de un artesano platero del barrio judio que por amor a una mujer encuentra la verdad revelada, o bien a través de la revelada encuentra a la mujer (aunque esta segunda parte no la hubiera permitido la censura) Tiene su interes y es una oportunidad de reinvindicar a los grandes ocultos en las salas del Museo del Prado.