La ciudad sin ley, de Howard Hawks (1935)
Hawks empezó a hacer cine en los años 20. Ya entrados los años 30 era un director relevante en los estudios. En esa década había cambiado el cine de gánsteres en 1932 ("Scarface, el terror del Hampa") y en 1938 empezará con su época de grandes obras con "La fiera de mi niña". A partir de ese punto su carrera se llena de películas magistrales. Para llegar a eso Howard Hawks había realizado películas para aprender el oficio como este western ambientado en la ciudad de San Francisco en la época de la fiebre del oro. Plantea un tema clásico en el cine del viejo oeste, el conflicto entre una sociedad creada en los márgenes del lejano oeste en pleno proceso de colonización, y la llegada de la civilización. El caos frente al orden de la Ley. Es un tema que está en el corazón del diseño institucional de los Estados Unidos: una visión que está en el pensamiento de los padres fundadores y en toda la influencia de pensadores como John Locke. En la película Miriam Hopkins es una joven que llega a la ciudad de San Francisco a mitad del siglo XIX para casarse con un nuevo millonario que ha logrado su fortuna gracias al oro. Descubre pronto que ha muerto, y tiene que buscar refugio en el hombre poderoso de la ciudad, que ha logrado controlar la ciudad gracias al juego y las pasiones de los colonos en alcohol y mujeres , que pierden en su salón lo que ganan en las minas y los ríos. Edward G. Robinson hace el papel de este personaje, que morirá de celos cuando ella se enamora de un joven minero y con aires de poeta.La historia central es lo de menos cuando lo que se retrata es el abuso de poder y la corrupción de la ciudad, frente a la llegada de los valores democráticos en forma de prensa, de cumplimiento de la ley, y de todo aquello que representa el nuevo proyecto de los Estados Unidos. La transformación de San Francisco, de un conjunto de calles llenas de rincones oscuros y barro hasta la rodillas, en una ciudad. Hawks lo retrata con eficacia y clasicismo. Un aperitivo cinematográfico para todo lo bueno que estaba por llegar en su carrera en Hollywood.